tu fe humedece los cristales
entre arlequines tiesos
me desvanezco
ante la gloria de tu ser
llorando a gritos vivos.
Desempolvo auroras
con el ajenjo
de tus labios
se encandece la brisa
con el anís
de tu mirada
y bailo entre la luz
de tus tenues brazos
disipando las mañanas.
César Ayllón
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