Nace de la copa
un sabor amargo;
donde brotan las penas
y se asfixian en llantos
La impotencia
de la lágrima contenida,
se condensa
volviendo al vino.
Vino que ha de beber
otro cristiano;
que percibirá
el dolor con empatía.
Así entre copa y copa
se comprende
la pena ajena,
haciéndose propia.
En cada botella,
se pierde el dolor
y renace la vid;
;)
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